lunes, 20 de julio de 2009

El orden de las palabras



Un peul y un bambara, que compartían la misma celda, se enteraron a través del guardián de que por orden del rey uno de ellos sería castrado y el otro decapitado.

El peul, más astuto que el bambara, empezó a quejarse de inmediato, gritando que le dolían los testículos, que le dolían mucho y que pedía un alivio. Gritó tan fuerte que el guardián fue corriendo, armado con un sable afilado, y le desembarazó de los dos objetos de su dolor. El peul sufrió muchísimo el resto de la noche, pero en el fondo de sí mismo estaba contento por haber salvado la cabeza.

A su lado, el bambara dormía profundamente.

Por la mañana el rey los hizo llamar y les anunció que eran libres. Su castigo había sido levantado.

El peul se lanzó a una serie de imprecaciones y lamentaciones:

-¡El bambara ha salvado la vida -gritaba- y yo he perdido mis testículos!

-Nunca hay que leer la página cinco antes de la página cuatro -le dijo el rey.

FIN

Cuantas veces hacemos lo mismo que el pobre peul, adelantarnos a los acontecimientos, predecirlos cual adivino seguro de su certeza. De este modo, igual que el protagonista de la historia, perdemos nuestra fuerza vital en esa tarea, la ansiedad, el estrés, el miedo anticipados, hacen que gastemos un caudal de energía que paradójicamente, parece dar veracidad a nuestra predicción.

Desde siempre se ha mantenido el Carpe Diem, Vive el presente, malentendido de forma consciente o inconsciente en la actualidad ya que se utiliza como un sinónimo de aprovechar todas las oportunidades para degenerar, pervertir y destruirse a sí mismo en la tarea cuando, en realidad, lo que explica el adagio es justo lo contrario: vive reaccionando a cada momento según acontezca, sin prisas, sin pausa, sin adelantarse ya que todo, absolutamente todo está en constante movimiento, en constante cambio.

Creo que es mucho mejor ser bambaras: si se tuerce algo, al menos el dolor será infinitamente menor.

LEER MÁS...