viernes, 7 de enero de 2011

LAS PUERTAS DEL CIELO

Un guerrero, un samurai, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó:

"¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Donde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?"

Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no habia venido a aprender ninguna doctrina; solo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar el infierno y entrar en el cielo. Hauikin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido.

"¿Quién eres?" le preguntó Hakuin.

"Soy un samurai," le respondió el guerrero, "hasta el emperador me respeta."

Hakuin se rio y contestó, "¿Un Samurai, tú? Pareces un mendigo."

El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido.Sacó su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste dijo:

"Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta."

Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo: "Aquí se abren las puertas del cielo."

La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos. Pero la gente sigue pensando que existen en alguna parate, fuera de ellos mismos... El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren... en un segundo se puede ir del cielo al infierno, del infierno al cielo.

FIN

Cuantas veces atravesamos esas puertas al cabo del dia preferentemente la del infierno, propio o ajeno, provocado o recibido, pensado, sentido, cedemos con facilidad a cualquier estímulo que nos permit soltgar lastres, resolver la ansiedad, el dolor, la frustración, la ira, la tristeza. Luchamos constantemente con todo eso sin darnos cuenta de que en realidad son las señales y avisos que nos damos a nosotros mismos para ver por dónde debemos trabajar, por dónde comenzar a recuperar nuestra fuerza y voluntad para decidir qué puerta queremos cruzar y no vernos empujados casi violentamente a atravesar la que no preferimos.

Las emociones son nuestras señales en la autopista de nuestra vida y están llamando en ocasiones a gritos para que las ayudemos a mejorar, a disolverse, a ver formas distintas de conducirnos por la carrretera vital que transitamos.

Recuerda que a veces, no estamos en las mejores condiciones para pilotar nuestro propio venículo y es entonces cuando la ayuda de un conductor experimentado puede obrar milagros.

El gasto que empleemos en ese piloto, será compensado con creces por una conducción suave y placentera com siempre hemos deseado.

Llámame, se conducir :)

LEER MÁS...