martes, 29 de septiembre de 2009



Querida mamá:

Quiero darte las gracias por haberme tenido, por haber permitido que venga a tu vida, a vuestra vida (porque en la de papá también he aparecido), ya que es lo que más deseaba a pesar de estar tan a gustito, ahí dentro, calentito, oyéndote hablar, decirme cosas bonitas y sintiendo el cariño y la protección que, sin conocerme, ya recibía a raudales, con ilusión e inocencia como sólo una madre puede dar.

También pedirte perdón por la imposibilidad de transmitirte todo lo que siento, necesito y pido, ya que aún no se hablar por eso sólo puedo utilizar lo que tengo mas a mano que es el llanto; y lloro, sí, de forma insistente e impertinente, inaguantable a veces, pero ¡es que no se hacerlo de otro modo¡ ¿sabes mi desesperación por no poder decirte “tengo hambre” o “me he hecho pis, cámbiame por favor” o incluso aún “tengo frío, ¿puedes taparme por favor?”.

Se que lo pasas fatal porque no entiendes mi forma de dirigirme a ti, pero yo también sufro mucho, por el malestar que tengo en esas ocasiones y por verte y sentirte así, ya que, aunque no lo creas, cuando disimulas de forma admirable para no mostrar tu enfado y me miras, iluminando tu cara con la mejor de tus sonrisas, me doy cuenta que por dentro estás mal, cansada, agotada, molesta con esos puntos “que nunca terminan de cicatrizar”, y, a veces, a pesar de tus esfuerzos por tranquilizarme, no puedo contenerme y lloro más aún.

Se que en esos momentos piensas para ti “ni así se calla ¿qué estaré haciendo mal?” pero es que he estado mucho tiempo dentro de ti y es ese interior lo que mas conozco; y noto, el dolor, la inseguridad y esa sensación de inutilidad que parecen ser tus únicas pertenencias.

Y no, no haces nada mal, porque pones todo tu corazón en ello, porque a pesar del dolor, de las visitas tan pesadas a veces, para ti y para mi (¿o crees que es un placer ir de brazo en brazo todo el tiempo?), de la falta de sueño, de la incertidumbre por ver si me pasa algo, si terminaré ese dichoso biberón “algún día”, a pesar de todo ello, generosamente sonríes, me acunas y abrazas, me entregas tu alimento que con tanto esmero se ha creado (has creado) para mi. ¿Hacerlo mal? ¡¡Quien puede atreverse a decirte eso¡¡

Te quiero tanto como tu a mi y al igual que tu vida ha sufrido un cambio tremendo, enorme, drástico, para la mía, aunque sea de semanas o incluso de pocas horas no ha sido menos. De estar ahí dentro, cálida y confortablemente, sintiendo tu corazón con un ritmo suave y acogedor, al enorme estruendo exterior (por cierto ¿cómo podéis soportarlo?) hay mucho contraste, te lo aseguro.

No conozco mejor madre que tu y dirás “pero, mi bebé, si no ves a otras madres” y te contestaré, “es cierto, no veo a otras, ¡si casi no distingo bien tus propios rasgos¡, pero es que no miro con los ojos, mamá, sino con el corazón”. Y ahí ocupas su centro, muy profundamente acogida, y te doy mi amor, como tu me das el tuyo, que al fin y al cabo es el mismo ¿verdad mamá?, el nuestro.

Te quiero.

P.D. Por cierto no sintamos culpabilidad alguna porque ¿puede haber culpables en algo tan maravilloso como dar la vida y recibirla?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mamá, yo sé que tu me concebiste con el único fin de llevar a cabo tus planes egoístas.
tu desidia en mi crianza me ha provocado enfermedades de adulta que la medicina no sabe curar.
he pasado toda mi vida tratando de eliminar el veneno que has inculcado en mi.
te agradezco el haberme dado la vida aunque no fue con buena intención, la vida me ha permitido ser madre a mi a mi vez y revertir tus malas influencias. Me ha costado sangre, sudor y lágrimas.
solo te deseo el doble de lo que me diste a mi.

Juan Pedro dijo...

Es cierto que, a veces, los progenitores no son com debieran ser, y el daño que producen tarda toda una vida en ser digerido. Ello no quita para que sea la excepción de la regla y que ese tipo de personas y sus comportamientos sean un número reducidísimocomparadao con la abnegación, sacrifico, dedicación, paciencia, esfuerzo y amor que los padres en general, y las madres en particular, dedican a sus hijos de forma altruista y generosa.

Tu experiencia, amiga anónima, ha sido otra y lo lamento, pero uan vez realizada la queja, mira la forma de intentar superarla, de eliminar esas emociones negativas que ahí están latentes como se desprende de tu comentario.

Y ahí, EFT te puede ayudar y notablemente a ello, de forma provechosa, positiva y permanente.

A veces la rutina, una queja lo es, nos impide intentar lo novedoso, perdiendo oportunidades de fluir con al vida en lugar de negarla.

Un saludo muy cordial.

Juan Pedro dijo...

Hola Alejandro:

Así es, ciertos instintos deberían anteponerse siempre a la razón. De otros, mejor ni hablamos :)

Un saludo cordial y gracias por tu comentario.